La Copa se mira y no se toca era una frase que constantemente había martillado en las cabezas de los aficionados ecuatorianos durante varias décadas de participación de sus equipos en las distintas ediciones de la Copa Libertadores, sin que hubieran podido tenerla en sus manos, solo la veían en fotos y la miraban con envidia en manos de otros equipos mientras pensaban ‘otra vez será'.
Barcelona había sido, hasta este año, el único equipo ecuatoriano que en el pasado había tenido dos oportunidades de tocarla. Pero había fracasado en las finales ante Olimpia en 1990 y Vasco da Gama en 1998. Y siempre, por sus antecedentes y por considerárselo el club de mayor arrastre en el Ecuador, se había pensado que el conjunto ‘torero' volvería a la carga para culminar la tarea inconclusa. Pero jamás se pensó que sería un equipo de la zona andina el que lograría la hazaña de conquistarla, para gloria y orgullo del fútbol ecuatoriano.
El camino hacia la gloria no estuvo sembrado de rosas, pues, para llegar a la cumbre Liga tuvo que enfrentar y vencer a poderoso equipos como Estudiantes y San Lorenzo, de Argentina; América, de México; y finalmente a Fluminense. Ninguno de ellos le dio ni le regaló nada, todo lo obtuvo el equipo ecuatoriano por su fútbol por su esfuerzo y por sus ansias de ser campeón.
La proeza realizada por Liga Deportiva Universitaria de Quito, a más de ser un nuevo ‘Maracanazo' para los brasileños, constituye el primer título internacional logrado por equipo alguno del fútbol profesional del Ecuador, país que ya había tenido glorias en otros deportes, como tenis, con Andrés Gómez -ganador del torneo Roland Garros-, en natación con los llamados ‘Cuatro mosqueteros' -campeones sudamericanos en Lima-, con el maratonista Rolando Vera -triunfador varias veces consecutivas en la maratón de San Silvestre-, y con Jefferson Pérez -campeón olímpico y mundial de marcha-; todos grandes triunfadores, pero lamentablemente, en deportes que no tienen el arraigo y la pasión que desata el fútbol, por lo que solo despiertan euforias pasajeras que terminan en el olvido.
De Liga y su Copa se hablará durante muchas generaciones.
Decimos en el título que es un sueño hecho realidad, pero no usando estas palabras para escribir una frase que puede sonar trillada, sino para reconocer el esfuerzo y el trabajo de Rodrigo Paz, presidente vitalicio de LDU, quien durante 55 años de su vida se ha dedicado íntegramente a su pasión por el fútbol y su equipo.
La que transmitió a su hijo Esteban, que con el título de los albos vio coronado su sueño de que Liga se ubique entre los mejores equipos de Latinoamérica y del mundo. "Ahora ya puedo morir tranquilo" fueron parte de sus expresiones al ser entrevistado por los medios de comunicación, tras la victoria quiteña.
De igual manera, es un sueño cumplido para ese grupo de viejos dirigentes que estuvieron junto a los Paz en el Maracaná viendo la culminación de una ilusión que empezó hace más de 60 años, cuando crearon en Quito a la Liga Deportiva Universitaria.
Hay otro personaje a quien también se le hizo realidad un sueño acariciado por años: José Cevallos, quien el miércoles, luciendo la experiencia de sus 37 años, atajó tres penales con los que dio la Copa Libertadores a su equipo. El portero ecuatoriano es nacido en Ancón, la misma tierra donde respiró por primera vez en su vida el afamado goleador sudamericano y figura de Peñarol, Alberto Spencer.
‘Pepe' Cevallos ya tuvo anteriormente la oportunidad de alzar la Copa, fue en 1998, pero en aquella ocasión no pudo concretarla pues Barcelona, equipo del cual era su arquero, fue derrotado por el brasileño Vasco da Gama.
Por eso, lo acontecido el miércoles en el Maracaná, además de un sueño cumplido para el golero ecuatoriano, también fue su revancha personal ante los brasileños.
Lo sucedido el miércoles con Liga, un equipo humilde, sencillo, conformado por obreros que seguían las indicaciones de su técnico Edgardo Bauza, aunque a veces se equivocaban, fue una lección para Fluminense, cuyos hinchas antes del partido ya daban por hecho el campeonato y celebraban anticipadamente la victoria.
Nunca se imaginaron que ese equipo ecuatoriano sin pergaminos internacionales, uno de los más humildes entre los 32 participantes de la 49 edición de la Copa y al que ya habían vencido en un compromiso anterior en el mismo estadio, sería capaz de aguarles la fiesta preparada en el sambódromo. Hoy, ‘garotas' y ‘torcedores' enjugan lágrimas de impotencia.